Por: Antonia Hernandez
En la vida me he cruzado con muchas mujeres, algunas han brindado compañía y se han
quedado, otras han hecho lo que debían hacer y han continuado su camino separado con
el mío. Aprender de mujeres desde un lugar fuera de la clínica ha sido quizás una
constante en mi vida, siempre he sido rodeada por mujeres que han tenido mucho por
enseñar. A lo largo del camino, me toco reconocer heridas, abrazarlas, y también saber
dar una escucha, porque en algunas ocasiones escuchar es la mejor manera de
acompañar. Y aquí es donde cruzo un poco la historia de mi vida, porque reconocer en
tus experiencias hechos que te dan pie para abrir otros caminos, me parece unas de las
maneras prudentes y nutritivas que existen de vivir. La cruzo de la siguiente manera con
la clínica, estos últimos meses he dado lugar a encontrar una nueva manera de escuchar,
ya que en mi camino una vez más se han cruzado varias mujeres, cada una muy distinta
a la otra, con detalles similares algunas veces, pero con formas de vivir su historia muy
diferente a cada una de las sujetas que ha tomado asiento frente a la cámara o mi
persona en la consulta física para abrir y hacer un espacio de conversación y escucha
dirigido a encontrarse con sus palabras, pero más allá de esto, ha sido poder encontrar su
verdad. Ha sido un aprendizaje, para mí al ser la que se dispone a oír, liberarme de
cualquier conocimiento y comenzar a construir desde una posición de no saber, poder
recoger sus palabras e ir en conjunto tejiendo su verdad, a veces se desarma el tejido y
se comienza de nuevo, como en otras, el hecho de visibilizar el sentido de su propia
palabra logró que se esmeraran en construir con más fluidez ese tejido que busca sanar-
aliviar.
Muchos silencios, muchas preguntas sin querer ser respondidas, otras respondidas más
tarde, pero siempre buscando dar los tiempos, para procesar la información y observar el
pensamiento, para así lograr brindar el espacio donde esto se propiciará. Donde se
reafirmó para mí, que mi función consistió en saber entregar las herramientas para armar
ese tejido, poder ser facilitadora (lo cual no es tan sencillo en varias ocasiones), de
encontrar en el espacio de la consulta y la clínica, un espacio de construcción alejado de
la moral, buscando hacer de aquel espacio, un lugar de crecimiento.
Escuché muchas palabras, vi cambio de relatos, me resistí a ciertos cambios también hay
que saber reconocerse como parte de querer hacer el papel que toca de la mejor manera
posible, pero supe adecuarme a estas resistencias, cuando pude observar que mi
escucha estaba trayendo una calma a poder abrir ciertos temas que se tenían bien
guardados, quizás en la oscuridad de cada una de ellas y se me permitió mirar de cerca
como se atrevían a desempolvarlas , como al hacerlo oscilaban en varias emociones, al
reconocerse en sus palabras, soltando pudor, timidez y miedos. Observé miedos a la
soledad, miedos al no ser entendidas, miedo a no ser suficiente al mostrarse tal cual,
pude ver el daño incrustado en ellas por el hecho de estar insertas en una sociedad con
una cultura que desvalida tanto el sentir de las mujeres donde ya ni si quiera se podía
encontrar un culpable, porque simplemente al mirar hacia atrás todo parecía culpable, si
bien cada historia ameritaba una escucha distinta, porque todo depende del caso a caso,
todas estas mujeres tenían en común llevar un dolor, una rosa con espinas, que les
pesaba, en su mayoría desde la infancia, otras también al comenzar el camino de la
maternidad, contextos que también se le atribuye tanta responsabilidad a la mujer donde
es casi imposible salir invicta, porque cada paso y/o decisión tomada tiene a un otre
buscando apuntarla con el dedo.
Al momento de pensarlas, cada una con su historia, me encontré dando vueltas en una
pregunta igual hacía todas, y es que me preguntaba, ¿Por qué será que no pueden soltar
esa rosa con espinas, que mientras más la sostienen más las daña?, cada caso tuvo una
respuesta distinta en su minuto, pero es una pregunta que me sostuvo ahí pendiente y
que quizás se siga aplicando a varios casos más. Si bien actualmente hay un poder de
reflexión mucho más grande que hace años atrás en varias generaciones, y también un
flujo de información distinto, lo cual también acontece, en este espacio de escucha me he
encontrado con muchas iniciativas respecto a querer soltar esa rosa, o saber cómo
sujetarla sin dañarse.
En este comienzo de camino de la clínica observe a mujeres transformando su impotencia
en potencia, no de la forma romantizada que se habla, si no, en la capacidad de contar su
historia y comenzar a posicionarse de una manera distinta con la que llegaban, hacer de
sus palabras una fortaleza como también una forma de reconocerse en esa historia que
contaban, saliéndose del discurso que creían que debían contar y así lograr relatar la
versión de la historia donde aparecían ellas de la forma más vulnerable y honesta que
podían encontrar, donde ser vulnerables se regía por el simple hecho de estar dispuestas
a escucharse a sí mismas.
Encontrar detalles en las repeticiones, trabajar a través de estas, me hizo comprender que
más allá de ser una réplica de lo idéntico es una manera de expresar la singularidad
contra lo general. Con esto, quiero decir que las repeticiones sirven para comprender la
singularidad de aquello que trae la paciente. Y a través de esta idea, pude observar que el
análisis en la clínica con mujeres consta de un arduo y continuo trabajo, porque no es
sencillo posicionarse en un no saber constantemente, como también estar en una repetida
disputa porque ser mujer implica esto, buscar definirte y encontrar muchas ideas sobre
como debes ser bajo el ideal del capitalismo, que te hunde muchas veces por no poder
cumplir esos estándares. Y darle un espacio a esto, me parece que es en varias
circunstancias hacer del espacio de la clínica un lugar donde al abrirse la paciente implica
en más de una ocasión, que una en lugar de analista deba interpelar como también dar
una escucha amorosa.
Bajo esta experiencia, me parece que la clínica con mujeres es poder observar de cerca
el poder de la palabra, donde se puede ver el antes y el después de liberar pequeñas
verdades en voz altas, de entender que no había una verdad absoluta, que estas mujeres
podían cambiar su relato cuantas veces lo considerasen necesario para poder
encontrarse, ver a estas mujeres dándose el permiso que siempre tuvieron pero no lo
sabían, de hablar, de contar su sentir tal cual lo pensaban, soltando la necesidad de
maquillarlo fue una puerta a poder observar como se pueden trasmutar los dolores, para
que con el tiempo duelan menos o de una manera distinta, para que la verdad sea liviana
y más llevadera, pero también fue poder ver cómo saber utilizar sus palabras las lleva al
camino de encontrarse.
Quizás sin tantas vueltas, de eso se trata la clínica con mujeres que también creo
firmemente, está sujeta a cambio me parece su definición, porque es un quehacer
evolutivo, con el tiempo y la cultura, asi como también lo es el ser mujer. Es poder a
través de una escucha amorosa, proporcionar ayuda a la búsqueda de las palabras,
entregar las herramientas adecuadas, como facilitadora, para que estas mujeres tan
acalladas por diversos motivos muy ligados al patriarcado y al capitalismo por lo demás,
sepan que tienen el espacio y el derecho a poder hablar y también a sentir, y más allá de
esto a poder rearmar su verdad si lo necesitan, o simplemente sacar la voz de aquello que
siempre les enseñaron que debían ocultar, por ser muy exageradas, o muy sensibles y así
cuantos dichos más. Donde siempre llevaron su rosa entre las manos, sin entender que
existían otras posibilidades de sujetarla o incluso tirarla, donde se vieron obligadas a
hacerse cada vez más pequeñas hasta que olvidaron lo mucho que servía sentirse
grandes en tamaño, una frase que por cierto llego mucho a la consulta “siento que me
achico, que soy pequeña frente a X circunstancia”. Y después de ver a tantas mujeres que
se sentían achicadas, que sentían que no podían tener el tamaño que debían tener, no
solo físicamente, sino que también mentalmente, esto fue lo que se intento construir saber
como darles el espacio adecuado que ellas querían y debían tener.
Así que hoy, me parece que de eso se trata la clínica con mujeres de permitirles a estas
mujeres encontrar su espacio que merecen, de poder facilitar un espacio para agrandarse
sí así lo amerita el caso, desde una escucha amorosa y que con paciencia se sepa
construir la liviandad con la que desean vivir sus vidas. De agrandarse y dejar de
achicarse.