¿Qué es la
clínica con
mujeres?
Escritos practicantes en Psicología Mujer y Palabra 2022
Por: Camila Martínez
La clínica psicoanalítica para mí ha sido, y sigue siendo, un proceso de constante aprendizaje, y
paradójicamente, de desaprender el conocimiento estandarizado y abrir espacio a una nueva
concepción de hacer terapia, que rompe con la inmediatez que se exige actualmente y que también
choca con esta idea del conocimiento a priori, donde se tiene, erróneamente, la idea de ir a terapia a
buscar respuestas (en otro) para solucionar lo que ya no funciona, y donde éste (terapeuta) responde
a este motivo de consulta con soluciones prefijadas y estándares para así volver al sujeto un
individuo funcional.
En contraposición a esta idea precedente, para mí la clínica va más allá de acallar o parchar el
síntoma con el que llega inicialmente el paciente, va más allá de solo servir a este sistema
“arreglando” a individuos para que vuelvan a ser funcionales, sino que precisamente tiene que ver
con lo contrario; con “descarrilarse” en algún momento de la vida, lo que lleva a consultar, en esta
caso, a las pacientes, donde se nos revela esencialmente quienes realmente somos, lo que, al mismo
tiempo, nos hacen temer, porque sí, se teme, hay un miedo que se encuentra inmerso en nosotrxs
que nos hace caminar en fila. Por eso creo que, por sobre todo para las mujeres, este camino
desconocido pero inevitable que se va forjando en el primer momento que nos “descarrilamos”, va
abriendo paso a lo nuevo, donde cabe asumir lo valiente que se debe ser para adentrarse en este
proceso que no es cualquiera, sino el más importante, a mi parecer, en nuestra historia de vida, el
autoconocimiento, el darse cuenta y desde ahí reconstruir-se.
Por lo tanto, en este espacio que se da en la clínica, el cual podría considerar emancipatorio, donde
algo se escapa, algo rompe el orden de lo establecido, y que por suerte o por desgracia, nos llena de
dudas. Por desgracia, porque estas dudas derriban expectativas de un sujeto perfecto, ideal a
alcanzar según nos exige el modelo hegemónico, y nos demuestran que no somos completos, existe
una falta fundante que nos determina como sujetos o no, que las satisfacciones son momentáneas,
por eso hay necesidad sin fin que nos deja en esta falta constitutiva que abre la posibilidad a que el
deseo surja. Y aquí digo por suerte, porque este espacio a la duda permite que algo nuevo ocurra,
que algo nuevo aparezca, nos invita a reflexionar sobre el lugar en el que nos posicionamos
subjetivamente en relación a ese gran Otro, porque no hay oportunidad de ser sin el Otro, vivimos
en sociedad de la cual no estamos exentos, por lo que, y volviendo a punto anterior, el deseo que
surge desde aquella falta no es sino el deseo del Otro, este otro que nos nombra, nos funda, nos
significa, y que nos hace cubrir su falta, que finalmente jamás podrá ser colmada. Desde ahí que el
sujeto busca ser objeto del deseo del Otro y objeto de reconocimiento también, porque, como creo
ser miradx así mismo me veo, dicha mirada muestra el lugar que se ha ocupado en el fantasma,
concepto propuesto por Lacan que responde a la interrogante ¿qué quiere el Otro de mí? O ¿cuál es
el deseo de ese Otro?, pregunta que por lo demás veo sin respuesta, porque el deseo se escabulle y
se desliza, es indeterminable, ya que el objeto causante de deseo en un primer y único momento es
un objeto perdido para siempre.
Dichas interrogantes se me despliegan implícitamente en la clínica, y enraízan una existencia
enigmática en las mujeres, las cuales han sido significadas y posicionadas desde una falta
problemática, desde una asimetría de poder desde donde se ordenan las subjetividades de cada unx.
Y desde aquí, para mí, surge el interés del análisis con mujeres, propiciar el espacio para que la
paciente cuestione su lugar, abrir lugar a eso que incomoda, a ayudar a construir eso que no se sabe
que se sabe. Buscando que se implique en lo que dice y siente, y desde esta nueva forma de
repensarse dar cabida a un nuevo sujeto en constante reconstrucción, porque donde hay dudas, algo
nuevo siempre se muestra.
La terapia psicoanalítica con mujeres abre un espacio para que la sujeta se despliegue y donde
además pueda enfrentar aquello que incomoda, pero yo me pregunto; ¿qué sucede cuando eso que
incomoda a la paciente también incomoda a la analista?, ¿cómo ayudar a poner palabras donde
existe represión, por una de las partes ignorada (paciente) y por otra de las partes descubierta
(analista)? Con respecto a esto pienso; tal ideal de neutralidad que plantea Freud en su modo de
practicar psicoanálisis, en mi opinión, es tan difícil como imposible, sobre todo para mujeres que
trabajan con y para mujeres. Si bien, cada vivencia es única y singular, no podemos desconocer que
estamos inmersxs y construidxs inicialmente en una misma cultura y época, donde predominan
interés capitalistas y patriarcales que nos ha designado deliberadamente, según nuestro género, un
espacio pequeño, secundario, reprimido y oculto. Sin embargo, no quiero con esto seguir replicando
la misma crítica dirigida al sistema, del cual bien sabemos nosotras como nos ha significado,
definido y manipulado, por lo que, en contraposición, busco dar cuenta que, tal como se me ha
mostrado y he interpretado por medio de la clínica con mujeres, como éstas mismas de forma
insistente e incansable dudan, se cuestionan el lugar que ocupan en este mundo, y que a la vez
muestran una salida liberadora, buscan romper con patrones que limitan, buscan reconocerse,
reconstruirse.
Es en este acto de ayudar a otras a reconstruirse, es donde yo también me he reconstruido, porque
no me ha sido posible, en algunos casos donde precisamente me veo inmersa en esta singularidad,
mantenerme neutra o al margen. Se me hace necesario desplegarme/abrirme y dar lugar a lo que
resuena en el encuentro con la paciente, lo cual, en ocasiones, pudiera ser oportuno para que se
instaure el pacto psicoanalítico entre ella y yo, y admitir que por más que lo intentemos, no somos
individuos objetivos siempre y hay sensaciones que la paciente remueve en la analista de las cuales
hay que ser capaz de dar lugar y trabajar como sujeta, porque a veces en el vínculo está la
resistencia que pudiera estar obturando la escucha. Por esto creo necesario cultivar la sensibilidad,
para lograr percibir la sensación sutil de la transferencia y contratransferencia, reconocer la posición
que está ocupando la paciente ante mí- Otro, y del mismo modo, reconocer el lugar que me da en
relación con ella. Solo así podríamos identificar su posición subjetiva, lo que repite (modalidad de
goce) y la demanda que da luces del deseo, para luego mostrárselo donde, desde mi quehacer,
pongo luz en aquel lugar donde hay oscuridad.
Es por esto también que agradezco a cada paciente, que en búsqueda de autoconocimiento y
autoexploración decide, desinteresadamente, también ayudarme, y abre un espacio a un nuevo
conocimiento, porque en estos meses atendiendo, nunca pude identificar un caso igual al otro, y
gracias a eso algo nuevo surge en ese encuentro único.
Por lo tanto, cada pensamiento que me atrevo a escribir va teñido, en cierta parte, del conocimiento
que Otros me entregan, como de mis pacientes, pero también de otras grandes mujeres que han
decidido consciente y cuidadosamente entregarnos el conocimientos a través de sus experiencias
singulares, sin cerrar el espacio al dialogo, a la reflexión, porque aunque los mismos libros sean
leídos y los autores propongan una teoría, siempre habrá algo que quede abierto, que pueda ser
nuevamente construido.
Mi clínica, no ha sido sólo mía, sino que en cada reflexión hay parte de cada una de estas mujeres,
en donde, en el intento de explicar todo lo aprendido, me hago parte, me significo, me implico;
hago singular la teoría.