Por Daniela Fuentes R. & Francisca J. Gálvez

Esperando a que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, 

alguien canta el lugar en que se forma el silencio. 

Luego comprobará que no porque se muestre 

furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. 

Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa. 

Alejandra Pizarnik

Desde que el ser humano aparece en la escena de la vida, este es hablado por otro. Pensemos en aquel momento de la historia donde alguna voz pronuncia aquellas palabras que asignan un lugar en la existencia: tendré una hija, seremos padres, estoy embarazada, seré madre, no quiero serlo, espero un bebé, no quiero que llegue. Cualquiera de estas frases anuncia la existencia de otro, pronto a nacer, quizás no, pero cuya presencia ya existe en la subjetividad de alguien más. Es así como de pronto este ser comienza a tomar forma y lugar, siempre dentro del discurso de los otros. Es nombrada, es hablada. Es hermosa, es un regalo, es un problema, es la última, es todo, es nada. Y resulta que ser bañadas por el lenguaje no es una cuestión sin efecto. 

Diversas experiencias y aprendizajes, así como también saberes que nos han sido transmitidos y otros que hemos co-construido, nos han llevado a pensar que el lugar de las palabras cobra una importancia primordial cuando se trata de pensar la clínica con las mujeres. 

Ser mujer en un orden social que prima lo masculino en el orden de las cosas no deja mucho al azar, pues el lugar ya ha sido designado para ella. La niña, la madre, la puta. Atreverse a caminar contra ello es caminar con la amenaza (y a veces el ejercicio) de un castigo que puede ser mucho peor. 

Como Psicólogas que adhieren a la ética psicoanalítica y también a su teoría y ejercicio, se nos hace preciso volver a re pensar también el lugar de la mujer y su relación con la palabra, pero no cualquiera, sino que la propia. Y junto con ello, tensionar y transformar aquellos viejos dispositivos. 

Paul B. Preciado dirigiéndose a la institución psicoanalítica pronuncia estas bellas palabras, que de alguna manera nos prestan significantes para hablar luego de lo que nos ha movilizado a levantar y articular un espacio dedicado a la clínica para mujeres:

Organizan ustedes un encuentro para hablar de “Mujeres en el psicoanálisis” en 2019, adornan el escenario con flores, invitan a una “mujer” a cantar, como si siguiéramos estando en 1917 y ese tipo peculiar de animales que ustedes llaman condescendiente y naturalistamente “mujeres” siguieran sin tener pleno reconocimiento como sujetos políticos, como si fueran un apéndice o una nota a pie de página, una extraña y exótica criatura, sobre la que merece la pena reflexionar de vez en cuando, en un coloquio o una mesa redonda. (2020,p.19)

Mujer y Palabra se gesta y funda desde el deseo de un quehacer clínico donde el lugar que le ha sido asignado anteriormente a la mujer por los otros deje de ser un obstáculo y más bien sirva para posicionarse y re-posicionarse. Un punto de partida antes que un límite. Por ello es que nuestra apuesta abarca también el bajo costo, en tanto el acceso al capital económico no escapa de estos lugares previamente pensados y designados para las mujeres. El territorio que habitamos mantiene índices de pobreza altos, mucha de aquella pobreza afecta especialmente a mujeres.

Pensamos la pobreza como multidimensional: más allá de los ingresos económicos en sí, existen otras variables que tomar en cuenta. Acceso a la educación, acceso a la salud, al trabajo, a la vivienda, al entorno seguro. Según la encuesta CASEN 2017, un 20,1% de las mujeres en Chile se encuentra en pobreza multidimensional, es decir, 1 de cada 5 mujeres está en esta situación. 

Ahora bien, ¿por qué el psicoanálisis? La clínica con mujeres, de una a una, nos invita a salir del universal de pensar a LA mujer, ya que, en palabras de Lacan “La mujer no existe” como universal, sino que existen de una a una, única, particular, singular, no-toda. ¿Que quiere decir que sea no toda?, aquí se hace un símil con la verdad, ya que, no existe verdad absoluta, es entre dicha, a medio decir, esto quiere decir que no se puede decir la verdad sobre un goce. Ya que en palabras de Lacan “del goce femenino la mujer no sabe nada, solo sabe que lo siente” lo anterior ya que, el goce femenino pasa por el cuerpo. 

La escucha desde el psicoanálisis posibilita una escucha distinta a una conversación cotidiana, invita a escuchar-se a una misma en compañía de un otro. En sesión algo se produce, el análisis invita a eso, implicarse, escucharse y escuchar aquellos significantes que nos han venido acompañando, otorgadas por otros y a su vez el devenir en el discurso propio. En palabras de Alejandra Pizarnik “cada palabra dice lo que dice, y además más y otra cosa” esto se puede ver en sesión, cuando nos encontramos con que nuestras palabras tienen distintos sentidos, unos propios, otros otorgados, a su vez, escuchar aquellos significantes que creemos propios, pero han sido dicho por otros, las huellas que existe de eso en nosotras. 

¿Qué hacemos con eso? ¿Qué lugar nos damos para sentir, escucharnos? ¿Cómo encontrarnos con nuestra propia singularidad? ¿Cómo escuchar más allá de los dichos?

La clínica con mujeres apunta a un goce que no es fálico, y que está ahí presente. Los efectos de pasar por una experiencia analítica responden a propiciar un encuentro con aquello que nos divide, con aquello que nos aqueja, ver y poder tomar posición sobre aquello que repito, qué cosas niego que hablan de algo propio, tomar una posición distinta o no, a la repetición, encontrarse con aquello propio, ver nuevas posibilidades de relacionarse con eso que precipita, que no cesa de inscribirse, un análisis requiere un tiempo, tiempo subjetivo, el tiempo de cada una encontrándose con sus dichos, con el propio deseo. 

Lo anterior quiebra con la inmediatez, el apuro, lo instantáneo, que supone la lógica capital, en la cual, estamos inmersas. ¿Cómo no ceder a ese apuro? ¿Cómo darnos ese espacio -nuestro espacio-? Esa pausa que implica poder hablar-se y escuchar-se por los bordes de lo cotidiano, en un espacio libre de prejuicios, donde puedo hablar de todo aquello que se me venga a la cabeza… Cada una encontrará sus propias preguntas e irá abriendo otras, y alguna que otra respuesta, y en ese camino que implica un análisis está ese otro, la figura del terapeuta que acompaña en ese camino de encuentro con la propia historia de cada una, continuar escribiéndola, tejiendo juntas e ir suscitando palabras propias.

Referencias: 

Lacan, J. (2012). Otros escritos. Paidós. 

Pizarnik, A. (1999). Nombres y figuras. Aproximaciones Miguel Gómez Ediciones. Málaga. 

Preciado, P. (2020). Yo soy el monstruo que os habla. Informe para una academia de psicoanalistas. Editorial Anagrama. Barcelona

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